Defender lo público y aplicar el 128 frente al neoliberalismo sin confundir gobierno y poder


En momentos como este muchos están valorando la sanidad pública como se merece. Principalmente por la labor de sus trabajadores/as, que se están jugando la vida sin los medios de protección básicos y con un sistema sanitario raquítico después de años de recortes y privatizaciones. Muchos han entendido, por fin, que un buen sistema público es la garantía de no morirte como un perro como ocurre en el país del sueño americano, que en realidad resulta ser más bien una pesadilla a pesar de la ingente propaganda de Holliwood y otras plataformas actuales de moda.


Hay incluso quienes han llegado a la conclusión durante estos días de que el Estado debería tener el control sobre los sectores estratégicos. Es normal viendo cómo el Estado es incapaz de nacionalizar empresas o al menos producir mascarillas. Citar el 128 CE está muy bien pero si a continuación se aplica (y sin vuelta atrás). Otra cosa es que se quiera culpar al gobierno de turno como causa del problema confundiendo poder con gobierno ignorando que este está al servicio del primero. Sí, un simple gesto de Ana Patricia Botín mueve más que cuarenta consejos de ministros. Botín “sugiere” suavizar el estado de alarma y los otros ejecutan la orden. Es lo que tiene estar en manos de sociópatas a quienes no les importa lo más mínimo si mueren miles de personas con tal de seguir produciendo y aumentando sus beneficios.


Durante estos días hemos visto cómo en otros lugares se prioriza la vida por encima de los intereses del capital. No pretendo idealizar a nadie pero esto se debe sencillamente a que allí el poder no está en manos de criminales, algo que ha quedado a la vista de todos. Sin duda alguna, lo público -o lo común- vuelve a cobrar fuerza y a ser valorado tras años de sufrir ataques y  privatizaciones desde que algunos auguraban el fin de la Historia. Pero tampoco caigamos en el error de pensar que esto se debe a que hemos votado mal sino a que la fuerza obrera que logró los derechos, las libertades y los servicios públicos ha sido borrada del mapa. Por mucho reconocimiento, aplausos o fiestas en los balcones, no recuperaremos nada realmente sin recuperar el partido y fortalecer el sindicato.


Ahora bien, cuando hablamos de privatizaciones solemos hablar de sectores estratégicos, del eufemismo de “gestión privada” de los hospitales o de los conciertos educativos. Lo que se nos olvida a menudo son otras grandes privatizaciones que pasan desapercibidas en los servicios públicos: lavanderías, comedores, limpieza, mantenimiento o seguridad, entre otros. Servicios que mueven grandes cantidades de dinero público a manos privadas. Quienes trabajamos en servicios públicos convivimos con empresas que chupan del bote al tiempo que explotan y exprimen a sus trabajadores, que perfectamente podrían formar parte de lo público directamente ahorrándonos los beneficios para esos empresarios. También es hora de denunciar lo que ocurre con MUFACE, que da opción a los funcionarios de tener un servicio sanitario privado. Una privatización que es un auténtico escándalo.


Espero que algún día haya un gobierno que se encargue de todo esto, aunque para ello el poder deberá cambiar de manos (de clase), algo que no sucederá sin la reconstrucción del partido. Sé que algunos dirán que se hace lo que se puede desde el Gobierno, pero esa canción ya me la conozco. ¿Tantas alforjas para este vieaje?
Hubiese preferido la valentía de decir la verdad a la cobardía de pretender disfrazar la realidad y encima tomarnos por gilipollas argumentando que la crítica a las medidas antiobreras nos sitúan al lado de la derecha. Algunos han pasado de decir que “la verdad es siempre revolucionaria” a ocultarla porque “no es el momento”. Malos tiempos.

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